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Del libro de cuentos HECHICERÍAS
Oscar Osorio
La Tulia, Bolívar, Valle, 1965. Profesor Asociado de la Universidad del Valle.
Ha publicado los libros: La balada del sicario y otros infaustos (2002), Historia de una pájara sin alas (2003), La mirada de los condenados (2003), Poliafonía (2004), Violencia y marginalidad en la literatura hispanoamericana (2005).
Hace parte de la antología Encuentro 10 poetas latinoamericanos en USA (2003). Es coautor de los libros Nueva novela colombiana (2004) y Yo hablo, tú escuchas, ella lee, nosotros escribimos, una pedagogía compartida (2007). También ha publicado ensayos, crónicas y poemas en revistas como Poligramas de la Universidad del Valle, Hybrido de New York, Con-textos de la Universidad de Medellín, Ciberayllu adscrita a la Universidad de Missouri (USA), Letras Hispanas adscrita a la Universidad de las Vegas (Nevada, USA), Semana.com.
Con su novela El cronista y el espejo obtuvo el XXXIIPremio Cáceres de Novela Corta, 2007, que está en proceso de publicación en España.
Es miembro fundador del Taller Literario Botella y Luna.
Reseña
Gatina recibió el cargamento de plumas con un ostensible gesto de satisfacción y una risa burlona. De unos anaqueles desvencijados y sucios, tomó unos frascos empolvados y los puso sobre una piedra plana ubicada en la mitad de la cueva. Los fue destapando y sacando unos extraños ingredientes, que vertía en la olla de los hechizos mientras decía mágicos conjuros. La olla estaba puesta sobre una enorme hoguera y de ella salía un humo nauseabundo que obligó al inquieto gato a retirarse a prudente distancia. Cuando el menjurje prodigioso estuvo listo, Gatina lo vertió en la minúscula huerta de tierra encantada que había en el rincón más oscuro de la caverna y allí sembró las plumas. Se irguió sobre el cultivo y escupió varias veces, mientras rezaba maleficios. Una vez terminado, le dijo a Guato que debía esperar siete horas para recoger la cosecha.
El impaciente minino salió de la cueva a conversar con su amigo Pequis, que se había quedado en la misma montaña de la vez anterior. Pasado el tiempo indicado por la bruja, floreció el plumaje maravilloso. El gato entró cuando la hechicera lo cosechaba en una canastilla de mimbre. La gata fatal tejió, con hilo embrujado, un vestido de ave y se lo puso al ansioso felino, devorándole antes una de sus vidas, según lo acordado.
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